Seminario José Manyanet Venezuela
"Un Nazaret en cada hogar"
"EN NAZARET ENCONTRARAS LO QUE QUIERES Y TU CORAZÓN DESEA"
E.N
Biografía de san Jose Manyanet (1833-1901)
Siendo sacerdote diocesano en la Seu d´Urgell (Lérida-España) sintió la llamada de Dios para fundar una Congregación religiosa que, inspirada en los ejemplos de la Sagrada Familia de Nazaret, ofreciera a la sociedad el testimonio de la vida personal y comunitaria a favor de la familia y, a través de la educación católica e integral, de los niños y jóvenes.
La convicción profunda, nacida de su experiencia pastoral, era y sigue siendo que la evangelización y transformación de la sociedad se realiza desde la santidad de la propia vida, en medio de la realidad del mundo, y desde la entrega generosa, especialmente a través de la labor educativa, a las familias, los niños y jóvenes. El Papa Juan Pablo II canonizó a José Manyanet el 16 de mayo de 2004.
Fundador de dos Congregaciones y apóstol de la Sagrada Familia
Contando con la aprobación del obispo, en 1864, fundó a los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, y en 1874, en una forma que le fue impuesta por la obediencia, a las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, con la misión de imitar, honrar y propagar el culto de la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación e instrucción católica de la niñez y juventud y el ministerio sacerdotal.
Su preciosa herencia espiritual
Las obras del Padre Manyanet crecieron entre muchas dificultades: ni le faltaron varias dolorosas enfermedades corporales que le atormentaron durante toda su vida. Pero su indómita constancia y fortaleza, nutridas con una profunda adhesión y obediencia a la voluntad de Dios, le ayudaron a superar todas las dificultades.
Minada su salud por unas llagas abiertas en el costado durante 16 años -que llamaba «las misericordias del Señor»-, el 17 de diciembre de 1901, esclarecido en virtudes y buenas obras, volvió a la casa del Padre, en Barcelona, en el colegio Jesús, María y José, el centro de su trabajo y rodeado de niños, con la misma sencillez que caracterizó toda su existencia. Sus últimas palabras fueron la jaculatoria que había repetido tantas veces: Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía.